jueves, 18 de septiembre de 2008

Y en Chicago

Nuevamente vengo a contarles un nuevo capítulo de mi vida, aunque resumido, los recuerdos vagan y no son tan claros como en el momento en el que se viven las experiencias.

Cuando llegué a Chicago con mi placa de detective bajo el brazo, me costó adaptarme a la vida de la ciudad, aparte de que era una ciudad muy fría y ventosa, me costó hacer amigos fuera del trabajo. La ciudad era complicada y aunque al final estuve agusto allí, deseaba volver a la agradable costa californiana.

Mis amistades se reducían en su mayoria a compañeros de trabajo, pero no se porque no pude trabar un verdadera relación de amistad, excepto con un agente raso de policía, Carl. Era afroamericano, muy buena persona, al cabo de un par de meses me invitó a su casa a comer un domingo y desde entonces, congenié muy bien con su familia, su esposa y sus hijos, la verdad es que era sólo un par de años más vieja que su hijo mayor y creo que me vio tan desamparada en la ciudad que quiso echarme una mano.

Su esposa, una excelente persona, trabajaba en uno de los diarios matutinos de la ciudad y sus hijos, estuadiaban, el mayor, tenia un brillante futuro en el deporte profesional, pero Carl siempre le animaba a que siguiera estudiando, "el deporte pasa, pero los estudios ahi quedan", le decía siempre. Sin duda fueron mi familia durante el año y poco que estuve en la ciudad.

Luego pedí el translado a California, no me tocó en Los Angeles, pero si en una comisaría cerca de San Francisco, ahi nuevamente comencé a sentirme como en casa.

Otro dia os cuento más.