sábado, 23 de agosto de 2008

Y mi vida sigue...

Disculpen mi tardanza en volver a escribir en esta bitácora. Quizás lo dejé aparcado mientras vivía para trabajar. Han sido unos meses duros acá.

Continuaré donde lo dejé, ya que en estos momentos estoy despierta, quizás el trabajo me agobia, pero ya no me volveré a dormir por esta noche...

Cuando llegué a Los Angeles, todo aquello me parecía maravilloso, el sueño americano que llaman aquí, comenzaba a hacerse realidad para mi.

Ciertamente la academia era muy dura, pero cuando algo quieres algo te cuesta y con buen talante lo sobrellevas todo.

Al par de meses de estar allí conocí mediante cuestiones laborales a un bombero, Jack, una bella persona, con el cual surgió una grata amistad, no piensen mal, ya que sólo fue eso. Era viudo con apenas 40 años y tenía cuatro hijos. Sinceramente era una situación muy dura para el estar en esa situación, sobre todo al principio, cuando su esposa falleció, según me contó. Yo conocí su vida aproximadamente un año despues de la muerte de ésta, cuando trataba de recomponerla y sus amigos intentaban emparejarlo continuamente.

Recuerdo a Jeff, el hijo mayor, de 20 años entonces, igual que yo en esa época, era adorable y guapisimo, manteníamos unas maravillosas charlas, es un chico muy inteligente y también con grandes valores, como su padre. Quizás de ahí pudiera haber surgido algo especial entre ambos, pero las circunstancias no fueron apropiadas en aquel momento, yo estaba centrada en la academia, la comisaría...y el con sus estudios. Quizás fuimos cobardes y debimos arriesgarnos, pero el futuro nos tiene preparadas distintas sorpresas o como dicen, nuestro destino está escrito y no me arrepiento de nada, y el tampoco, según hemos hablado años después. Por cierto, cada día está más guapo ;-)

De mis compañeros de academia...pues si, aún conservo amistades por todo el país, ya que cada uno cogió su destino y apenas queda nadie en Los Angeles, por no hablar de los que aunque son amigos o conocidos, en su día dejaron la academia, unos suspendidos y otros porque creian que aquello no merecía tanto sacrificio. Ya sabéis, como en todos lados, siempre hay personas que se dan cuenta que su decisión en aquel momento no fue la acertada y dan marcha atrás.

Si no os cuento más de la academia es quizás porque considero que sería aburrido daros a conocer aquella época, ya sabéis, clases, prácticas, patrullas con agentes, para aprender...nada especial ni nada que se salga de la normalidad, al fin y al cabo éramos novatos y no nos daban nada de importancia, porque estabamos muy verdes.

Un año después, quise seguir avanzando, la vida de uniformado no era para mi, me preparé el exámen a detective, y con mucho esfuerzo, como siempre, logré obtener una plaza.

Lástima que en la comisaría donde estaba destinada en aquellas fechas no hubieran plazas libres. Ya se que me podría haber quedado en la ciudad, que entre todas las que hay, alguna plaza habría, o quizás en alguna de las ciudades cercanas, pero, aunque estaba contenta allí, creo que necesitaba un cambio, no necesitaba ser el agente que ascendió a detective durante muchos años. En el cuerpo de policia, aunque somos muchos, dentro de la misma ciudad nos conocemos todos.

Así que opté por dar el salto, y allí donde me ofrecieron una plaza, allí fuí, Chicago.

La próxima ocasión les contaré acerca de mi vida allí.